Ya sabemos que nuestro niño interior
nos demanda atención, que no es posible seguir avanzando con nuestra vida si éste
se encuentra dolido y triste por todo lo que experimentó y mucho menos si carga
con las fuertes emociones que le invalidan para experimentar una vida feliz en
la edad adulta.
Desde el embarazo de nuestra madre,
es que comenzamos a incorporar información que luego utilizaremos para movernos
y desempeñarnos en esta existencia. Debido a que llegamos a una vida donde
existe la dualidad, es inevitable recibir información que nos perjudica.
Podemos tomar muchas cosas hermosas de nuestros padres y familiares, pero entre
ella existirá también la información que nos dolerá, trasmitida en forma de
creencias y/o emociones.
Es muy importante tener en cuenta que
hemos querido venir a experimentar ciertas circunstancias que a veces nos resultan muy desagradables y dolorosas, pero de las cuales podemos aprender mucho. Los maestros dicen que hemos venido a vivir y experimentar todo eso como una manera de crecer y llegar a ser más completos.
hemos querido venir a experimentar ciertas circunstancias que a veces nos resultan muy desagradables y dolorosas, pero de las cuales podemos aprender mucho. Los maestros dicen que hemos venido a vivir y experimentar todo eso como una manera de crecer y llegar a ser más completos.
Esto que puede resultar ser muy teórico,
es fácilmente comprobable. Cada vez que aprendemos a ser mas equilibrados, más
sabios y más inteligentes, conseguimos ser más felices y todo eso lo
conseguimos por medio de los desafíos que se nos han presentado.
Cuando no tenemos desafíos, nos
quedamos en una zona cómoda que puede llegar a atraparnos por un tiempo sin desear
movernos de allí. Los desafíos nos empujan a crecer y superarnos. Cuando hemos
querido sostenernos en un lugar estable y cómodo, lo podemos conseguir solo por
un tiempo porque la naturaleza es solo movimiento y crecimiento y entonces nos
vamos quedando atrás. Se dice que si no vamos creciendo, vamos muriendo.
Todo estancamiento nos llevará a un
estado en que nos sentiremos más pequeños (con incomodidad o dolor) y luego de
un tiempo desearemos salir de allí, siendo la única salida, el crecer.
Este crecer se proyecta en muchos
aspectos. Podemos necesitar superar problemas transgeneracionales que han sido
transmitidos por las antiguas generaciones de la familia, por influencias emocionales
y de creencias durante el embarazo, por la gran cantidad de información
limitante que compartimos en nuestra niñez hasta los 7 años de edad, por todas las experiencias que ganamos en la
edad de jóvenes y adultos o por misión del alma. Este crecer atraviesa todos
los aspectos de nuestra existencia: salud, dinero y amor.
Toda la información que vamos
experimentando se va almacenando en nuestro sistema energético. Aunque no
seamos conscientes de aquellos recuerdos, todos ellos están guardados en
nuestro interior y siguen vivos dentro de nosotros por siempre. Podríamos decir
que vamos creciendo y formando nuestra vida por capas que van quedando unas
debajo de otras, pero todas y cada una de ellas sigue existiendo y llevando su propio
sabor y color a la existencia.
De una cosa podemos estar seguros,
que nadie se escapa de tener ciertas heridas del niño interior. Lo que también
sabemos es que existe una gran variedad de estas experiencias, siendo algunas
bastante traumáticas y fuertes. Sin embargo, no existe ningún impedimento que
sea real para sobre pasar cualquier nivel de heridas recibidas por el niño
interior.
El mayor impedimento que he observado
para iniciar y terminar con éxito la sanación del niño herido, es que lo
tratamos de hacer desde la posición del mismo niño herido y no desde la posición
del adulto. No nos damos cuenta que solo el adulto puede sanar su niño herido.
Cuando seguimos viendo la vida por
medio de los ojos del niño herido solo conseguiremos seguir dando vueltas en lo
mismo de siempre sin conseguir terminar con aquella herida que parecerá mortal.
Debido a esto pensamos que estamos gravemente heridos y que por esta razón no
hemos podido sanar después de tantos intentos fallidos. Pero en realidad,
mientras el adulto no asuma la gran y maravillosa tarea de sanar su propio
niño, jamás se podrá conseguir la sanación que anhela.
Es así como un niño que ha sufrido
descalificaciones y abuso de parte de los adultos que tendrían que haberlo
cuidado, siendo mayor, seguirá tratando de sanar mirando desde ese dolor.
Sentirá la tristeza, la rabia y el desconsuelo por donde vaya y querrá sanar separándose
de todas las personas que crea que pueden hacer lo mismo con él en la edad
adulta.
Para que la sanación se produzca, el
adulto tendría que comprender que él mismo ha elegido experimentar esas heridas
y que los demás solo han participado en el plan y que ahora puede decidir no
jugar más ese juego y crear otra realidad en que, comprendiendo que nadie le
puede dañar, es capas de reír de su elección. Acepta que ahora puede elegir
vivir una vida más agradable, rodeado de personas que le estimen y deja libre a
todo aquel que pensó que le había herido. Al hacer esto, las memorias de dolor desaparecen
y toda la ilusión termina para iniciar luego una nueva que quiere crear, la que
su nivel de conciencia sea capaz de crear.
Al elevar nuestro nivel de conciencia
podemos elegir una mejor manera de vivir. No es tan necesario perdonar a los
que nos dañaron, es mucho mas útil perdonarnos por haber querido estar allí en
el dolor y aprender a elegir un nuevo escenario donde el amor triunfe,
incorporando (no separando) a los que participaron de todo eso.
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