Relajarse es una meta que nos hemos
planteado muchas veces y que casi nunca logramos alcanzar plenamente. Infinidad
de pensamientos, situaciones y preocupaciones de la vida cotidiana nos sacan de
nuestro centro de serenidad constantemente y nos vemos presionados a reaccionar
frente a ellos con una actitud de alerta, lo que altera nuestro natural estado
de relajación.
La única manera de relajarse es
abandonando el estado de alerta que permanentemente utilizamos para realizar
todas las actividades de la vida. Estamos en alerta cuando tememos que algo
perjudicial nos pueda suceder, cuando sentimos que está en nuestras manos hacer
algo para detener algún posible peligro que nos asecha, cuando nos relacionamos
con los demás, cuando visualizamos que las cosas no andan bien, cuando no vemos
el camino al cumplimiento de nuestros anhelos, cuando sentimos que tenemos que hacer algo pero no
sabemos qué es y en definitiva, estamos en alerta el mayor tiempo de nuestra
existencia.
Un estado de alerta se sostiene en el
miedo, el bendito miedo que nos asusta a todos. No hay quien se haya escapado
de su manto frio, oscuro y tenebroso. Nuestros primeros miedos surgieron de la
intención de proteger la supervivencia y con la evolución del hombre, el miedo
nos ha inspirado a establecer muchos mecanismos de protección cada vez más
sofisticados. Hoy es impensable no contar con la protección de la policía, con
seguros para los bienes materiales, seguros para la salud y tantos otros. Nos
parece que mientras habitemos en éste planeta tierra, con éste frágil cuerpo
humano, la alerta es casi imposible de evitar.
La alerta nos estimula a hacer algo,
a pensar, planificar, prevenir y controlar nuestras circunstancias para evitar
el posible peligro cuando está basada en el miedo. Toda acción basada en el
miedo nos otorgará frutos desabridos, frágiles y débiles que también necesitarán
de otro sistema de protección para evitar que se desmoronen, lo que seguirá
aportando más tensión de la que originó las primeras acciones. Todo lo basado
en el miedo no puede subsistir porque el miedo no puede dar seguridad. La
seguridad pertenece al ámbito del amor.
Si no alcanzamos a darnos cuenta de
que nuestro ser es mucho más que un cuerpo
físico, que experimenta vivencias en entera protección divina, jamás podremos
realmente descansar. Podremos relajarnos con algunas actividades como masajes,
salir a distraerse, asegurar la vida con dinero, alejar a las personas
peligrosas y otras estrategias más, pero todo eso será momentáneo, porque el miedo
sigue allí. Lo podremos tener un poco controlado, pero en definitiva sigue
socavando nuestra mente al interior de nuestro subconsciente generando tensión.
Alcanzar la certeza de nuestra divina
protección es la puerta directa a la relajación total, la llamada vuelta al
hogar. Para llegar allí tendremos que
transitar todos nuestros miedos, enfrentándolos cara a cara, sabiendo
internamente que no son reales y que solo son una creación que nos ayuda a
encontrar el camino a nuestra magnificencia. Los miedos bien atendidos son muy
buenos consejeros, son los mejores indicadores de nuestra alineación con lo
divino. Cada uno de nuestros miedos trae un mensaje claro de dónde andamos
extraviados, son excelentes colaboradores.
El que llega a la meta, el que ha
llegado a la iluminación y al encuentro de lo divino, no ha llegado allí porque
haya alquilado las mejores protecciones terrenales. Ha llegado allí porque ha
ido abandonando y ha ido dejando de considerar cada uno de sus miedos. Ha
llegado allí porque ha ido abandonando cada una de sus armas de defensa, su
escudo, su traje de protección, su capa de súper héroe y ha quedado desnudo
frente a la vida, sabiendo que ella cuida de su existencia en total perfección.
Ha llegado allí porque ha descubierto que no hay nada que temer.
Al relajarte no necesitarás tus
protecciones ni tus defensas, solo quedaras tú, frente a todo el universo y
entonces podrás centrarte en tu interior, podrás ver la luz que eres y recién
podrás disponerte a vivir realmente. Serás libre para experimentar, libre para
expresar lo que eres, libre para crear, libre para compartir, libre para amar y
habrás llegado a la meta final. Solo en estado de relajación puedes ser
creativo y expandirte. Entonces descubres lo que te gusta, descubres lo que
puedes hacer por los demás, descubres tu pasión y la dicha te embarga en una
espiral de abundancia en todos los aspectos.
Relajarse pude ser el mejor negocio
que puedes transar con la vida. Los beneficios son extraordinarios. Podrás
centrarte en tus objetivos y no tendrás motivo de retraso en tus metas. Tu
estado relajado te permite subir peldaño
a peldaño hasta llegar a tu mayor expresión. El premio es enorme, mucho más de
lo que te puedes imaginar, ganaras demasiado comparado con lo que has tenido
que dar.
Desconoces tu potencial porque te has
quedado entretenido tratando de proteger lo que tienes en una tensión que te
impide experimentar. Salir a la aventura sabiendo que puedes desarrollarte
plenamente en el camino, es la razón de venir aquí. Desarrollar tus potenciales
en vez de estar evitando las perdidas es lo mejor que te puedes permitir.
Cuando te tensionas por miedo,
cierras las posibilidades de expandirte, cierras la imaginación, cierras las
oportunidades, cierras el potencial que llevas dentro y te dedicas a buscar
relajarte con medios externos que solo te distraerán postergando tu meta. Cuando
te relajas confiando en la perfecta protección divina, aunque sea muy
levemente, abres la puerta a una nueva manera de vivir y de entender tu
entorno. Puedes sentir que nada malo está sucediendo aun sin saber cuál es la
salida. Puedes tener la calma para mirar tus circunstancias desde un ángulo más
alto, puedes darte cuenta de lo mucho que te rodea y lo más importante,
comenzará a aparecer frente a ti, tu propia y brillante luz interior que te
hará creador de milagros. Se abre un mundo nuevo donde la energía se convierte
en el motor de todo tu mundo, de todo crecimiento y de toda tu paz.
Patricia González
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