Aunque nos puede perecer increíble,
los sufrimientos que tengamos en esta vida se terminarán tarde o temprano y no dejarán
huella alguna, ni siquiera recordaremos que sufrimos alguna vez. Todo
sufrimiento será superado, sanado y
olvidado por completo.
Hemos sido creados por un Padre
amoroso que nos ha dado la oportunidad de dejar de ver y experimentar el
sufrimiento, por muy duro que este parezca ser. Nuestra naturaleza divina y
luminosa ha sido escondida por un rato, la hemos querido esconder
voluntariamente. De la misma manera, podemos recobrarla cuando sea nuestra
voluntad.
En los inicios de este proceso
podemos pensar que todo lo que nos ha tocado vivir está fuera de nuestra
decisión, que no manejamos los hilos de la vida y que es necesario ser fuertes
y valientes para soportarlo o acomodarnos a esas situaciones. Sin embrago,
todas esas circunstancias han existido porque las esperábamos encontrar. Es
decir, hemos visto en la realidad física todo lo que esperábamos ver de acuerdo
a lo que creíamos internamente desde antes de venir aquí y por lo tanto, somos
artífices y creadores de aquello que nos ha hecho sufrir o nos ha hecho
dichosos.
Si al venir a esta encarnación
pensábamos que el mundo era hostil, eso es lo que encontramos al llegar. Si pensábamos
que no hay oportunidades, eso es lo que veremos. Si pensábamos que éramos
débiles o victimas eso será lo que encontremos y mucho mas. Cada creencia que
se tiene crea el ambiente en que estamos y cada circunstancia creada confirma
nuestra creencia. Debido a este círculo vicioso es que nos resulta tan difícil
romper la realidad que estamos experimentando y pasar a una nueva. Esperamos
que las circunstancias cambien para sentirnos mejor y más felices, pero estas
no cambian hasta que dentro de nosotros las cambiemos y esto nos da felicidad.
No resulta sencillo hacer el cambio
de creencias cuando todo a nuestro alrededor confirma que lo que creemos es
verdad. Solo los que están dispuestos a crecer se atreverán a separar lo que
encuentran en su medio con lo que pueden crear y sentir por dentro. Al hacer
esta separación hacemos la ruptura del círculo vicioso que nos puede tener
entretenidos por varias vidas en lo mismo. Una vez que lo logramos, se
despliega ante nuestros ojos la nueva realidad que hemos incubado dentro y la
dicha nos sorprende. Cuando manejamos este procedimiento se terminan nuestros
sufrimientos y llegamos al tan anhelado hogar. Luego ya no será necesario venir
a practicar esas transmutaciones. La tarea se habrá cumplido.
Esta es la única manera de hacer
cambios significativos en nuestra realidad física. Si no dejamos de creer en lo
que vemos con los ojos físicos para modificarlo por dentro, jamás veremos un
nuevo amanecer. No es fácil creer en la abundancia cuando estamos en medio de
la escasez, tampoco en fácil creer en la salud cuando estamos enfermos y
tampoco es fácil creer en la paz cuando vemos violencia por todos lados. Esto
se debe a que nuestro holograma nos parece muy real, sin darnos cuenta de que
es solo una proyección.
Abandonar la certeza en la proyección
de lo que vemos en nuestro holograma para basarnos en la verdad que está
escondida detrás, es un acto de fe y valentía.
¿Quién puede decirle a sus ojos físicos que no cree en lo que ellos ven? ¿Quién puede, sin referencia ninguna, crear lo nuevo dentro de si? Aunque nos parezca increíble, todos hemos hecho estas transmutaciones alguna vez, pero lo hacemos en forma tan inconsciente que no nos damos cuenta de la maravillosa obra interior que se ha producido. Al no ser conscientes de esto, seguimos creyendo en la realidad física sin cuestionar su validez y veracidad.
¿Quién puede decirle a sus ojos físicos que no cree en lo que ellos ven? ¿Quién puede, sin referencia ninguna, crear lo nuevo dentro de si? Aunque nos parezca increíble, todos hemos hecho estas transmutaciones alguna vez, pero lo hacemos en forma tan inconsciente que no nos damos cuenta de la maravillosa obra interior que se ha producido. Al no ser conscientes de esto, seguimos creyendo en la realidad física sin cuestionar su validez y veracidad.
Todos tenemos recuerdos de algunos momentos
de la vida en que lo pasamos muy mal y sufrimos, pero transcurrido cierto
tiempo esas experiencias fueron comprendidas y el dolor fue superado y luego
desapareció sin dejar huella. Estando en medio de la experiencia dolorosa, ésta
nos parecía real, pero al ver más allá de las apariencias, observamos la verdad
que está detrás de esa experiencia y la paz interior es restaurada. Un ejemplo
de esto sucede cuando por apego no queremos dar por terminada una relación
complicada y dolorosa y al cabo de un tiempo, una vez finalizada, comprendemos
que nuestro apego no fue más que una ilusión y comprobamos que la paz llega
cuando la hemos dejado atrás, para levantarnos libres y empoderados.
El cielo espera por nosotros con toda
la dicha que existe allí. Nadie que esté cargado de dolor podrá entrar al cielo
antes de sacudirse y levantar su rostro libre y feliz. Solo aquel que ha entrado
a sus profundidades a descubrir una nueva realidad sin dolor tendrá acceso a la
dicha del cielo. No llegaremos allí para sanar nuestros dolores, llegaremos
allí después de haber sanado nuestros dolores.
La dicha entonces es creada dentro de
nosotros, más bien, es recordada dentro de nosotros. Cada vida que tenemos es
una gran oportunidad de aprender el arte de trasmutar dolor por dicha, ya que
el holograma que se refleja nos señala los resultados de nuestra tarea sin ningún
margen de error. Lo que se está reflejando en nuestra realidad es una
maravillosa y perfecta replica de lo que estamos gestando dentro de nosotros y
es la mejor ruta para saber si vamos bien encaminados o no.
Cada vez que transmutamos dolor por
dicha, nos acercamos más a lo que fue nuestro hogar. En el camino, poco a poco
vamos comprendiendo que el dolor y el sufrimiento son parte de una verdad que
no hemos comprendido aun en su totalidad y por eso duele. Una vez comprendida
la verdad que estaba detrás, el dolor se va sin dejar huella.
Patricia González
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